El gran casamiento de Kim Kardashian y Kanye West

Y al fin llegó el gran día. Después de tanta expectativa, generada por los mismos protagonistas, que mediante las redes sociales y con su reciente enamoramiento del mundo de la moda (imposible olvidar que fueron tapa de Vogue, apañados por la mismísima Anna Wintour), hicieron florecer montañas de críticas. Sin dudas, son la pareja que revolucionó el star system norteamericano, invadiendo cada rincón del planeta con su extravagante vida cotidiana. 

Una novia que no se pierde ninguna primera fila y se muestra orgullosa en los desfiles más exclusivos de las semanas de la moda más importantes, que se convirtió en íntima amiga del Olivier Rousteing, director creativo de Balmain y quien despidió su soltería con un soberbio diseño completamente bordado firmado por su amigo para la casa francesa. Un novio con una fama desmedida, que siempre da que hablar y que entabló una relación peculiar con el fashion business, dándose el gusto de ponerse en el rol de diseñador. Era predecible que una pareja de esta naturaleza provocara que los ojos del mundo entero estuvieran sobre ella y sobre su casamiento. 

Todo empezó con un brunch organizado por Valentino, amigo de la pareja, en su chateau de París, y continuó con una cena en los mismísimos salones del Palacio de Versalles que organizaron los novios para agasajar a sus seres queridos.
Desde París, los invitados tuvieron que ingeniárselas para llegar a tiempo a Florencia donde se celebraría la boda. Poco a poco todos fueron llegando al lugar de la ceremonia, el monumental castillo Forte Beleveder de Florencia. Fue difícil conocer las fotos oficiales del enlace pero gracias a Instagram se filtraron varias capturas que hicieron los invitados. Por ejemplo, se supo enseguida cómo era el vestido de la novia: se trataba de un diseño customizado de alta costura firmado por Riccardo Tisci para Givenchy, hecho de encaje y transparencias, manga larga y velo hasta el suelo.